OPINIÓN- Suspenso en la universidad de las buenas personas.

J.A.Polanco

Hoy me he levantado con la necesidad de compartir con vosotros mi deseo de pregonar a los cuatro vientos que la educación no sólo consiste en coleccionar muchos títulos universitarios y presumir en una fiesta vip de los másteres que hemos conseguido en los centros de enseñanza más prestigiosos del mundo. Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra educación también significa cortesía y urbanidad. En mi memoria cuento con una gran cantidad de anécdotas y situaciones vividas habitualmente que me hacen pensar que no tenemos realmente una excelente educación, o al menos nos comportamos de una manera que deja mucho que desear. Mi cabreo periodístico no sólo se lo dedico a la población más joven y más preparada académicamente, hay un sector de personas mayores dedicadas continuamente a ensalzar la gran cantidad de años que han vivido y a utilizar ese argumento para intentar estar por encima de lo divino y de lo humano. Piensan equivocadamente que su avanzada edad es un pasaporte para ignorar diferentes normas básicas de convivencia y de respeto a los demás seres humanos cuyo único pecado es haber nacido más tarde que ellos. Por lo tanto, mi exposición es crítica con jóvenes, mayores… contigo y conmigo. 

Yo nací en 1970, año en el que se aprobó en España la Ley General de Educación y se creó la desaparecida E.G.B que incluía los estudios primarios obligatorios. Relacionando el tema con aquella fecha, pienso que todos necesitamos urgentemente clases particulares de educación general básica, volver al principio de nuestra vida educativa y plantearnos qué estamos haciendo mal y cómo eliminar nuestros comportamientos individualistas, egoístas e irrespetuosos que hemos asumido con normalidad. No soy un anciano cascarrabias que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor. Soy joven y así me siento, pero también soy muy crítico con lo que me rodea. Mi hijo tiene 19 años y ha conocido las nuevas tecnologías y sus fantásticas utilidades desde que nació. Tiene más oportunidades para estudiar que sus padres y está a años luz de las posibilidades que tuvieron sus abuelos. Mi mujer y yo le apoyamos en todo y le damos un empujoncito cuando flojea su ánimo y la pereza hace acto de presencia en sus días escolares. Tiene las herramientas necesarias para construir poco a poco un camino que le lleve a alcanzar sus objetivos profesionales en el futuro y desarrollar su vocación. Pero… ¿sabrá ser una buena persona durante toda su vida? En mi escala de valores ocupa la primera posición que mi hijo sea un buen niño y un futuro adulto preocupado por los demás. Después me fijo en todo lo demás, el esfuerzo y la constancia en el trabajo. Rechazo la idea de estudiar para tener como único objetivo ganar dinero y obtener una posición social relevante. Estudiemos también la carrera de cómo darnos cuenta que en este mundo no estamos solos y el prójimo también existe y convive con nosotros. Quizá estemos a tiempo de cambiar muchos de los malos comportamientos que vemos en la calle a diario y que forman parte de nuestra educación, sí… educación, esa que no se estudia ni se premia con diplomas, la educación de la universidad de las buenas personas. No quiero pensar que la gran mayoría de sujetos van por la vida “a lo suyo”, “a su bola” …  ¿Os relato algunos ejemplos que me irritan y me ponen de los nervios? No son casos puntuales, nos los encontramos cualquier día del año en nuestras ciudades, hay grandes adictos a saltarse los principios básicos de los buenos modales y hacer en todo momento lo que les da la gana sin tener en cuenta las consecuencias para los demás.  Yo como soy un chico muy educado, lo adorno con humor…

El pan nuestro de cada día: Con cariño y sin ánimo de molestar, comienzo esta pequeña lista de educados recordando a ese señor o a esa señora que se dirige a la panadería de su barrio a comprar media barra, ve una larga cola de clientes, camina hacia el dependiente a la velocidad de la luz como si hubiera un incendio en el local, ignora a los vecinos que esperan pacientemente su turno como si fueran invisibles, con gran habilidad se sitúa en primera fila intentando realizar su compra. Ante el enfado y las protestas de todos, dice con cara de sorpresa: “Con las prisas, no he visto a nadie”. La cara dura no tiene límites, no…

Otro caso de educado sin remedio, Vehículo aparcado por emergencia, estoy en el bar: La sangre se me sube a la cabeza cuando un coche estaciona tranquilamente en una carretera frente a la puerta de un bar, ocupando uno de los dos carriles e impidiendo el tráfico fluido. Los conductores cuando se encuentran con el obstáculo sobre ruedas tienen que detenerse y esperar el momento en que no circule ningún automóvil por el carril contrario para avanzar. Da igual llegar tarde al trabajo o que se produzca un accidente por culpa de un hombre de Neandertal que sin vergüenza alguna se toma una cerveza a la salud de los cabreados que ofrecen con las bocinas un concierto improvisado para el disfrute y deleite del vecindario.

La última muestra de individuos maleducados que debemos censurar y reprender públicamente, según mi criterio, son los que bautizo como jóvenes matrimonios pachorra, fácilmente reconocibles los fines de semana en restaurantes, especialmente en los de comida rápida. Son muy eficaces para combatir nuestra obesidad y nos ayudan a mantener nuestro cuerpo en forma, ya no nos permiten comer en paz y nos cortan el apetito.  Este tipo de parejas invaden el recinto gastronómico con sus tres o cuatro hijos. Con una tranquilidad excesiva se dedican a hablar y mirar el móvil, despreocupándose totalmente de sus niños. Los locos bajitos como los llamaba Serrat en una de sus canciones, gritan, se tiran al suelo, corren a lo largo y ancho del local, incordiando a los comensales y perjudicando el trabajo de los camareros. Todo el mundo se incomoda y soporta con resignación la situación. Ni el padre ni la madre se abochornan del espectáculo de sus hijos. La educación básica una vez más brilla por su ausencia. Esos niños podrán estudiar en los mejores colegios, pero quizá se conviertan en adultos caprichosos y egoístas que no sabrán convivir con el conjunto de la sociedad gracias a la actitud consentidora y muy pasiva de los progenitores.

Os he acercado a tres momentos cotidianos que me enojan, sólo ha sido una pequeña selección de faltas de educación que yo borraría de un plumazo para hacernos la vida más agradable los unos a los otros. Pero no olvidemos que cada día se nos presenta una oportunidad para recuperar el curso y aprobar con excelente nota en la universidad de las buenas personas. 






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