J.A.Polanco
Influencer,
la profesión soñada por los jóvenes de hoy. Esta palabra se utiliza para
referirse a una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema
concreto y que tiene capacidad de influir en los hábitos de compra de un
tercero. Si ampliamos la definición, podemos decir que los influencers son
aquellas personas que tienen el potencial de crear engagement, es decir,
potenciar el nivel de compromiso o implicación que tiene un usuario con una
marca. También impulsan la conversación e influyen en la decisión de compra de
productos y servicios a un público objetivo. Es una de las nuevas profesiones
del siglo XXI, desarrollada gracias a las nuevas tecnologías a través de las
diferentes redes sociales. Asistimos a un infinito escaparate mundial en el que
famosos o perfiles menos conocidos, pero muy reconocidos en su terreno
profesional, nos invitan vía internet a conocer las bondades de un producto con
el fin de despertar tu apetito consumidor y que más pronto qu tarde lo compres
en cualquier tienda física o digital. Por si no teníamos suficientes influencers
en el mundo, nos encontramos ultimamente con una categoría un tanto polémica, o
por lo menos gran objeto de debate entre los actores del comercio electrónico. Son
los influencers virtuales, imágenes creadas por creativos que utilizan su
talento para construir un personaje por ordenador. Una ficción que se convierte
en realidad al poseer estos modelos digitales su propia cuenta de instagram,
como si fueran de carne y hueso y tuvieran una vida que mostrar a sus
seguidores. Como ejemplos de influences virtuales de gran éxito tenemos a la
primera supermodelo digital Shudu Gram (@shudu.gram) Una bella chica de piel
negra, icono de la moda, creada en 2017 y que ha logrado ser una estrella en
redes. O la cantante y modelo de 19 años Miquela Sousa (@lilmiquela). Increible
que esta chica ficticia tenga 3 millones de seguidores en Instagram y haya
trabajado, por ejemplo, para Prada o Chanel. Mi perplejidad se incrementa al saber
que esta guapa virtual tuvo durante un tiempo en el top ten de Spotify su
canción “Not Mine”. Y nos quejabamos con amargura por el triunfo en las
plataformas musicales de Paquirrín…al menos a Kiko Rivera le corre sangre por
las venas, es un ser humano. La locura se está normalizando con tal de
atraparnos y convertirnos en voraces consumidores. Lo siento, enviar mensajes a
un ser que no existe y seguir con entusiasmo su vida inventada por unos señores
expertos en marketing, me anima a marcharme a otro planeta.
Las empresas creadoras de estos personajes defienden la postura de no rasgarse las vestiduras y ver estos perfiles como unos productos mediáticos neutrales, semejantes a otros anteriores. Defienden que estos perfiles falsos proporcionan oportunidades laborales a muchos profesionales involucrados en la creación de estos chicos y chicas virtuales: administradores de redes, planificadores de contenido, modelos, diseñadores de imágenes digitales, etc. Además, resaltan las ventajas comerciales que hacen posible la permanencia de este tipo de influencers. Ahora es posible que la informática fabrique un personaje a la medida de las exigencias y características de una empresa, una marca o un producto determinado. Si se alcanza la meta, si se vende, si se capta al cliente deseado, seguro que a quienes contratan este servicio les da igual que el influencer sea una fantasía on line que trabaja 24 horas al día sin seguridad social, sin comer y sin pedir caprichos caros. Pero desde mi punto de vista, es lógico el malestar que pudiera haber en el sector de los profesionales que les ha costado mucho esfuerzo y años hacerse un hueco en internet ofreciendo su cara, su voz y sus habilidades comunicativas y comerciales. Quizá nos estamos dejando llevar por una corriente mundial tecnológica que se nos puede volver en contra en muchos aspectos. Reconociendo que efectivamente estos seres digitales no nacen sólos y se necesitan mentes humanas para su creación y desarrollo, prefiero que los perfiles de instagram sean de personas de carne y hueso. Aunque las fotografías en la red de la imagen por excelencia estén repletas de postureo, confío un poco más en la vida edulcorada de esos famosos que te venden un bolso, un vestido, unas joyas, un perfume… Les puedo encontrar por la calle cualquier día, son reales. Será cuestión de mi edad, de haber nacido en el siglo XX, en una época en la que para todo necesitabamos que una persona nos atendiera. Espero que no llegue a estar totalmente por encima de nosotros este mundo de pantallas, de realidad virtual y de multitud de herramientas de comunicación para incomunicarnos cada día más.
Influencers virtuales ocupando el lugar de la moda y la belleza.
Las chicas emprendedoras en las que confían las grandes marcas de la cosmética y de la moda pudieran ser las más perjudicadas en un futuro próximo por la aparición de unas cuantas influencers virtuales robotizadas que han seducido a millones de seguidores en redes y a la industria con sus vidas guionizadas por ingeniosos creativos que se esconden tras su mundo de glamour digital. Son jóvenes, guapas y casi perfectas, “hijas” de diseñadores gráficos, presumen en Instagram de tener una vida maravillosa y un impresionante fondo de armario. No les falta nada, salvo ser de carne y hueso. Y pese a todo, estas modelos CGI (siglas en inglés que significan Imágenes Generadas por Ordenador) están revolucionando las redes sociales, como es el caso de Lil Miquela. Quizá la inteligencia artificial sea en algún momento una amenaza para las mujeres que idearon la aventura de la moda en internet y construyeron gigantescos imperios publicitarios. En este instante, las virtuales son un añadido más, una opción artística complementaria de ventas con escasa credibilidad. Nosotros conectamos con las marcas emocionalmente y esas super modelos del ciberespacio con irreales cánones de belleza no tienen emociones. Aunque parece que nos quieren convencer de lo contrario, el factor humano es dificil de copiar o sustituir cuando la cuestión es vender algo. Donde sí parece implantarse la robotización es en los desfiles y pasarelas de moda. La muestra de las últimas tendencias de moda ya no es necesario realizarse con modelos profesionales, es decir, en cuerpos humanos. Pero recordemos, para finalizar, que los influencers y los modelos seguirán siendo necesarios por la relación personal que establecen con sus clientes. Por mucho que avancemos tecnologicamente, el toque humano es irreemplazable.
Las empresas creadoras de estos personajes defienden la postura de no rasgarse las vestiduras y ver estos perfiles como unos productos mediáticos neutrales, semejantes a otros anteriores. Defienden que estos perfiles falsos proporcionan oportunidades laborales a muchos profesionales involucrados en la creación de estos chicos y chicas virtuales: administradores de redes, planificadores de contenido, modelos, diseñadores de imágenes digitales, etc. Además, resaltan las ventajas comerciales que hacen posible la permanencia de este tipo de influencers. Ahora es posible que la informática fabrique un personaje a la medida de las exigencias y características de una empresa, una marca o un producto determinado. Si se alcanza la meta, si se vende, si se capta al cliente deseado, seguro que a quienes contratan este servicio les da igual que el influencer sea una fantasía on line que trabaja 24 horas al día sin seguridad social, sin comer y sin pedir caprichos caros. Pero desde mi punto de vista, es lógico el malestar que pudiera haber en el sector de los profesionales que les ha costado mucho esfuerzo y años hacerse un hueco en internet ofreciendo su cara, su voz y sus habilidades comunicativas y comerciales. Quizá nos estamos dejando llevar por una corriente mundial tecnológica que se nos puede volver en contra en muchos aspectos. Reconociendo que efectivamente estos seres digitales no nacen sólos y se necesitan mentes humanas para su creación y desarrollo, prefiero que los perfiles de instagram sean de personas de carne y hueso. Aunque las fotografías en la red de la imagen por excelencia estén repletas de postureo, confío un poco más en la vida edulcorada de esos famosos que te venden un bolso, un vestido, unas joyas, un perfume… Les puedo encontrar por la calle cualquier día, son reales. Será cuestión de mi edad, de haber nacido en el siglo XX, en una época en la que para todo necesitabamos que una persona nos atendiera. Espero que no llegue a estar totalmente por encima de nosotros este mundo de pantallas, de realidad virtual y de multitud de herramientas de comunicación para incomunicarnos cada día más.
Influencers virtuales ocupando el lugar de la moda y la belleza.
Las chicas emprendedoras en las que confían las grandes marcas de la cosmética y de la moda pudieran ser las más perjudicadas en un futuro próximo por la aparición de unas cuantas influencers virtuales robotizadas que han seducido a millones de seguidores en redes y a la industria con sus vidas guionizadas por ingeniosos creativos que se esconden tras su mundo de glamour digital. Son jóvenes, guapas y casi perfectas, “hijas” de diseñadores gráficos, presumen en Instagram de tener una vida maravillosa y un impresionante fondo de armario. No les falta nada, salvo ser de carne y hueso. Y pese a todo, estas modelos CGI (siglas en inglés que significan Imágenes Generadas por Ordenador) están revolucionando las redes sociales, como es el caso de Lil Miquela. Quizá la inteligencia artificial sea en algún momento una amenaza para las mujeres que idearon la aventura de la moda en internet y construyeron gigantescos imperios publicitarios. En este instante, las virtuales son un añadido más, una opción artística complementaria de ventas con escasa credibilidad. Nosotros conectamos con las marcas emocionalmente y esas super modelos del ciberespacio con irreales cánones de belleza no tienen emociones. Aunque parece que nos quieren convencer de lo contrario, el factor humano es dificil de copiar o sustituir cuando la cuestión es vender algo. Donde sí parece implantarse la robotización es en los desfiles y pasarelas de moda. La muestra de las últimas tendencias de moda ya no es necesario realizarse con modelos profesionales, es decir, en cuerpos humanos. Pero recordemos, para finalizar, que los influencers y los modelos seguirán siendo necesarios por la relación personal que establecen con sus clientes. Por mucho que avancemos tecnologicamente, el toque humano es irreemplazable.
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